En esta segunda entrada acerca de los jardines medievales de Granada, si te perdiste el primero puedes leerlo aquí, veremos otra descripción de ellos, esta vez desde la óptica femenina.
Y es que, otro testimonio interesante sobre este primer vergel descrito es el de Qasmuna Bint Ismail al-Yahudí, quien nos inclinamos a pensar que era, en efecto, la hija de Samuel, como gran parte de los estudiosos proponen y, precisamente, por las alusiones a su jardín.
Y es que casi todos los versos que de ella nos han llegado suceden en uno, al ser mujer soltera dentro de la tradición hebrea y tener, por tanto, menor capacidad de movimiento. Es casi seguro que este lugar fue destruido durante el terrible pogromo del treinta de diciembre del 1066 (ese Gzerot kana del nueve del tevet del 4827 para sus afectados), el primero de Europa.
Además, los judíos huidos tardarían tiempo en regresar y es de suponer que jamás se les restituyeron sus propiedades perdidas. Esto reduce en mucho el período en el que Qasmuna pudo conocer el espacio al que canta. En cuanto a la posibilidad de que la poeta no fuera hija de Samuel, sino de Josef, su primogénito y sucesor, lo juzgamos improbable por el momento de madurez en el que la autora se describe a sí misma, que la sitúan en la misma generación que Josef y no posterior. Estas aclaraciones previas no pensamos que sean baladíes, al contrario, y es que identificar a la autora de las estrofas demostraría que se trata del mismo jardín descrito por dos autores distintos, lo que otorga al testimonio una importancia capital.
Los poemas de Qasmuna Bint Ismail al-Yahudí
Pues bien, el primero de los poemas que nos ocupan es el siguiente:
“La joven adolescente se mira en el espejo./ Contempla un jardín con sus frutos en sazón/ y sin un jardinero que extienda sus manos para cosecharlos./ Qué lastima:/ se marchita su juventud perdida/ y queda en mí, solitario,/ lo que no me atrevo a nombrar.”
Estas palabras son útiles, primero para conocer a una mujer que está dejando de ser una joven y poder datar el momento de su redacción, pero también para reconocer en su poética el gusto por la ambientación y las imágenes relativas a jardines. La lozanía mermada que metaforiza como frutos a la sazón, se refiere sin duda a esos dátiles, granadas y manzanas, de cuyos árboles no da cuenta Ibn Gabirol en las alabanzas a su mecenas.
Con todo, es su otra creación lírica la que nos lega un elemento más interesante:
“Ay, gacela, que pastas siempre en este jardín,/ soy semejante a ti/ por esa soledad y por mis ojos negros,/ las dos estamos solas, mi amigo, ¡soportemos, pacientes, lo que manda el destino!”
En este caso, la imagen principal es la de un animal. Pues bien, si Teresa Garulo afirma sobre el mismo: “se compara a una gacela que tenían en su casa, siempre en un jardín.”, nosotros no compartimos esa observación.
Creemos al contrario que no se refiere a un herbívoro real, sino a uno de esos surtidores con tal forma que Gabirol ubica en el palacio de Nagrella. Esto se refuerza con las ilustraciones de estos modos de riego conservadas en el arte árabe.
Esto dota a la composición de una belleza todavía mayor, al equiparar Qasmuna su soledad con la de una gacela inerte, intensificando de manera prodigiosa la irreversibilidad de su destino. Y recuerda, tal y como dijimos en el artículo anterior, que podrás conocer la cultura judía y su relación con las plantas en nuestra ruta sefardí.
Teniendo presentes estas premisas podemos hablar de un jardín no salvaje, un terreno que tuvo acondicionamiento previo al allanarse, que cuenta con canalizaciones de riego, surtidores en forma animalesca, especies arbóreas (de presencia más numerosa, al parecer de la que se dio en los jardines musulmanes, como luego se verá), entre las que se hayan naranjos, palmeras y granados, parras, narcisos, parterres, césped, huerto de mirtos y especies aromáticas. Además, aparecen ciertas constantes que se irán repitiendo y de las que hablaremos cuando así suceda, como la poda de parterres, presencia de césped, sistema de riego por inundación y presencia ya del mirto, el definitorio arrayán del jardín andalusí. Es obvio constatar que, al ser esta la primera descripción de un jardín granadino, se producirían después ciertos cambios debido a la evolución del gusto y la llegada de nuevas especies importadas, aunque el grueso de elementos perdurará en los siguientes siglos.
Uno de ellos, tal vez el que más impronta ha dejado en el recuerdo de los jardines granadinos, es la parra como recurso para refrescar el lugar. Ya desde esta primera referencia, aparece resaltando esta función: “caminemos a la sombra de las parras”. En efecto, su presencia hará que alcance categoría de sinécdoque y pase a ser usado hasta nuestros días para denominar las casas con jardines andalusíes en Granada como cármenes, castellanización del término árabe karm (viña), como ya señalamos.
El manuscrito de Hadit Bayad Wa-Ryad. Un jardín andalusí en imágenes.
La siguiente fuente a la que acudimos para conocer el jardín nazarí es el manuscrito de Hadit Bayad wa-Riyad. Se trata de una composición literaria anónima del S.XII, de época almohade, que narra el desdichado amor del protagonista por una sirviente de un alto cargo de la corte que también está interesado en ella. Se guarda en la Biblioteca Vaticana. No es cuestión de entretenernos en su argumento, pero sí de señalar que gran parte del mismo transcurre en ambientes palaciegos de hermosos jardines. Son concretamente las ilustraciones de la época las que aportan una valiosísima información para nosotros.
Ilustraciones de jardines medievales de Granada
Vemos jardines donde se realizan reuniones y conciertos, con mobiliario para ello, sobre lo que parece ser un césped, con árboles, tal vez cipreses y naranjos, aunque no permitan intuir la frondosidad que puede verse en el jardín de Gabirol. En las ilustraciones donde el protagonista se halla en el exterior, nos inclinamos a pensar que la construcción que tiene detrás es el palacio del alto funcionario y no las murallas de la ciudad, pues las torres no son de naturaleza defensiva, compactas y de vanos pequeños, sino que más bien sugieren que se trata de torres de vivienda, con las características celosías musulmanas. En estas ilustraciones, sobresalen las copas de uno o dos árboles, por lo que es lógico creer que, si en los jardines de la época medieval de Granada la cantidad de árboles fuera mayor, se hubiera representado de otra manera. Además la presencia de una noria en los dibujos nos indica tal vez la existencia de huertos circundantes.
Otro elemento son los pequeños puntos rojos que salpican el verde del césped. Es evidente que se trata de flores. Esto nos da un rasgo en verdad diferente y de personalidad del jardín musulmán respecto al cristiano, como es la presencia más espaciada de flores, lejos de las concentraciones que implican los rosales y similares y que se refrendará de manera incuestionable más adelante.
De todas las ilustraciones del manuscrito de Hadit Bayad wa- Riyad, es la del folio 13 la más importante para nuestros fines. Se observa en ella la alberca característica musulmana, regada por surtidores zoomorfos de los que es evidente gustaba el arte islámico y del que el magnífico león del Maristán es otro ejemplo. En este caso parece tratarse de gacelas, lo que recuerda a las algo enigmáticas “ciervas plantadas junto a los canales,/ huecas para que puedan correr las aguas/ para regar…” del poema de Gabirol. De nuevo vuelve a demostrarse exagerada la afirmación de un arte musulmán que tiene prohibida la figuración. También se identifica un cuadro hundido que incluso ofrece escaleras para bajar. Esta característica creemos corrobora un acondicionamiento del terreno para el jardín realmente importante que ya se señalaba en el allanamiento de nuevo en la composición del judío. Hay otras construcciones como pabellones, se observan especies tales como rosas y lirios y la presencia de animales como tortugas, patos y conejos.
Referencias bibliográficas
Anónimo: “Hadit Bayad Wa-Riyad”, Codex Vat. Árabe 368.
GARULO, Teresa: Diwan de las poetisas de al-Andalus, Hiperión, Madrid, 1986.