La Vega de Granada, vientre fértil rodeado de colinas que ha alimentado a Granada durante siglos, alfombra verde que se extiende a los pies de Sierra Nevada, lugar de nacimiento del gran poeta y arca perenne de sus versos.
Verde que te quiero verde, verde viento y verde vega. En ella, confluyen naturaleza, historia y poesía en un paraje único. ¡Nos vamos de fuga rural para ver que esconden sus veredas!
Federico García Lorca: El poeta de la Vega.
Nos encontramos entre las localidades de Fuente Vaqueros y Valderrubio, pueblos de la Vega donde pasa su infancia el poeta Federico García Lorca. En este paraje ocurre lo que él llamará su primer asombro artístico, donde se produce su conexión sensible con la naturaleza, a la que no dejará de cantarle y desde la que creará su panteón de símbolos: la luna, el caballo, el agua, la tierra, los pozos…Se divisan los parajes, formas y sonidos que dieron forma al mundo onírico del poeta. Se nos presentan los personajes que desde muy pronto le rodean y le sorprenden: las lavanderas del pueblo, que alrededor del agua cantan, cuchichean y asombran al pequeño Federico por su facilidad de palabra, a los viajeros ambulantes, tunantes y mercachifles siempre con algún truco para el despistado, al gitano andarríos, que tiene por puente su casa, a la querida ama de casa, susurrante de nanas y cuentecillos populares, en definitiva a todo un abanico de personajes del campo, pequeños poetas sin conocimiento de serlo, que no ponen puntos en sus rimas, pues muchos no saben escribir, pero saben que sus rimas paran cuando hay que respirar. Esta es la vega que amaba y a veces detestaba Federico, tierra antigua, de contrastes, que retumba en sus obras hasta quedar fijada en nuestra memoria, y que hoy resuena de Cuba a Nueva York.
La Vega: historia viva a pocos minutos de Granada
Nos vamos olvidando del cemento mientras disfrutamos entre agradables fresnos, remotas alquerías y humildes fuentecillas. A pocos minutos de la ciudad de la Alhambra, la Vega pide a gritos los versos de Federico. Los parajes regados por el río Genil, sus acequias milenarias que serpentean por los mismos surcos abiertos por los árabes hace diez siglos. Los árabes la llamaban, Al-fahs, tierra hacia la que se deshacían en elogios por su fertilidad y verdor que recordamos a través de los poetas de la Alhambra, como el gran visir Ibn al-Jatib, ilustre antecesor de nuestro poeta. Recitar alguno de sus versos se antoja necesario, y así poco a poco, adentrarnos en los mundos de Federico; donde los ríos se miden en cuerpos de bueyes de agua, donde los olivos son ángeles de largas trenzas con corazones de aceite, donde si escuchamos con atención los chopos y las chicharras aún deletrean su nombre: F – E – D – E – R – I – C – O.
Abrimos las suites y leemos: Dulce chopo, Dulce chopo. Te has puesto de oro. Ayer estabas verde, un verde loco de parajes gloriosos.
El drama lorquiano: La casa de Bernarda Alba
Pero se equivoca el que piense que todo en la Vega es tierna y grácil inocencia infantil, pues la tierra es dura y sus moradores bien lo saben y Lorca, no quitó los ojos ni mucho menos, ante la dureza y asfixia que marcaba la tradición de la época, forjando así una conciencia trágica que aún hoy retumba en el eco de sus obras. Así, dejamos el vivo río y el cri-cri de las margaritas y bajamos a los pozos del silencio y la sepultura. A los pozos de la casa Bernarda Alba. Obra maestra del poeta.
La casa de los Alba, familia vecina de los Lorca, abrió sus puertas a las visitas en 2018. Recorremos sus rincones y descubrimos que hay de cierto en esta trágica historia basada (en parte) en hechos reales. Sean realidades del pueblo o ficciones del poeta, el caso es que se nos evoca un panorama familiar asfixiante de autoridad, miedo y envidia. Escenario sofocante, ante el que se rebela la sed y fuerza de la juventud, doblegando la jerarquía hasta forzar la tragedia…
¡¡Silencio!!, ¡¡silencio!!, ¡¡silencio!! Nos dice Bernarda desde arriba. Bueno, bueno, ya veremos…
Un Patrimonio Industrial único: La arquitectura del azúcar
La realidad actual también tiene mucho de gran drama, y es que solo nos queda un 40% de la Vega original, el resto ha sido devorado por el imparable desarrollo del ladrillo. Hoy, la ciudad
de Granada, se muestra tristemente timorata y escasa de unidad para aclararse sobre cómo defender y proteger este patrimonio agrario, histórico y cultural, que nos obligan a no dejar de
pensar el territorio que queremos dejar a nuestros hijos.
Su historia nos permite leer el paso de los tiempos y sus diversas adaptaciones a cada época; desde la revolucionaria agricultura andalusí que marca una época de esplendor, pasando por la
época de predominio de la producción de lino y el cáñamo, usado para montar los aparejos de los galeones españoles, hasta llegar al siglo XX con la aparición de la remolacha y el tabaco,
industrias que han dejado huella visible por todo el territorio. La revolución de la remolacha (con la extracción del azúcar) tiene mucho que ver con la riqueza
de la familia de Federico García Lorca y con la forma que hoy toma la ciudad de Granada. Desde aquí sale el dinero, que construirá la principal avenida de la ciudad, la Gran Vía de Colón, o
como se la llegó a conocer, la Gran vía del azúcar. Patrimonio industrial, natural y agrario, fundamental para comprender el desarrollo de la ciudad de Granada, para conocer la posición
social de los Lorca y para pensar qué debemos hacer con nuestra ciudad hoy.
Diez siglos de asombro: Una ruta de reyes, sultanes y poetas
La historia deja sus huellas en forma de grandes monumentos (véase la Alhambra) o a veces en forma de pequeñas y preciosas referencias, sobre las que Lorca, como amante de lo pequeño,
de lo diminuto, nos dejó sabias reflexiones. Así, cada vez que lleguéis a Graná por su vega, ya sea en tren o coche, recordad mirar a la
izquierda donde quedan unas pequeñas arboledas de Chopos.
Exactamente, eso mismo llamaba la atención de Abd Allah ibn Buluggin, como indicaba en sus memorias (una joya literaria: el siglo XI escrito en primera persona) el sultán bereber de la Granada hace ahora mil años.
Mucho después, en el siglo XVIII, otros monarcas, decidirán hospedarse en la Vega de Granada (y no en la Alhambra, territorio inhóspito por aquel tiempo). El sitio elegido pertenecía a la
corona, el Soto de Roma, villa enorme, (muy cercana de la casa natal de Lorca) para la que se plantaron unos colosales plátanos, hoy ya bicentenarios. Los monarcas eran Felipe V, primer
rey Borbón en España, y su esposa Isabel de Farnesio. Ambos, decidieron hacer un free tour estilo familia real siglo XVIII donde los guías indicaban donde estaban los faisanes, y los reyes
disparaban. [En nuestros tours no matamos faisanes, pero, sí acabamos con algunos mitos trasnochados].
Estos chopos y aquellos plátanos, las casas del poeta, esta tierra de ríos y pozos, nos permite estar atentos a las marcas de la historia, sabedores, como Lorca, de que lo pequeño, tiene un valor inestimable. A veces el mundo entero se encuentra en un grano de arena o tan solo en una palabra, en una expresión, o en un
bonito abanico de colores. ¡Quién sabe! ¡Estad atentos! abiertos a la belleza, y a nuestro propio
asombro artístico.
Como dice el gran Kiko Veneno, la Graná que vivió Lorca era un embudo donde se había colmatado un riquísimo cancionero popular, que atravesaba religiones y culturas. Federico magistral y sensible, transformo y digirió esos mundos, para devolvérselos al mundo con su magnífica poesía.
Hoy, los versos y paisajes del poeta, no caben en frase de azucarillo, ni en palo de selfie, (afortunadamente) necesita algo más.
Ese algo más nos espera en la Vega de Granada.
Alain González Abad
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